Rajoy: un trilero gallináceo.

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Si en algo hay acuerdo, es en que vivimos los momentos más críticos de todo el proceso de la Transición, es decir, del Régimen del 78. Ello no es por casualidad. La Transición, el Régimen del 78, se construye en unas circunstancias muy especiales: un amplio sector de la población había sufrido directamente la barbarie fascista de la época más dura del franquismo y por tanto aún vivía aterrorizada. Una expectativa de que cualquier Régimen que incluyera unos mínimos elementos democráticos, tal como que hubiera elecciones generales, sería mejor que el Franquismo existente. También un cierto optimismo social de que con la incorporación al proyecto común europeo mejorarían mucho las cosas en la vida cotidiana. Ello Configuró un amplio bloque social que, aún deseando un cambio democrático real, se resignó a que ese cambio tuviera unos alcances muy limitados, tal como realmente ocurrió.

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Sin embargo, desde el inicio de la Transición, sectores sociales muy significativos, mayoritariamente jóvenes (especialmente en Euskal Herria y Galicia, pero también en el resto de Pueblos del Estado) denunciaron, por cierto con un alto coste represivo pero también con bastante eficacia, las inaceptables formas y contenidos con que se hacía la “Transición” de la dictadura franquista a la ansiada democracia. Sin esas resistencias de ayer no se podría comprender la gran ofensiva democrática de hoy.

No hubo un auténtico proceso constituyente. Las elecciones de Junio de 1977 se hicieron en base a la Ley de la Reforma Política, aprobada en las Cortes Franquistas. Numerosas fuerzas políticas, especialmente las de las izquierdas de los Pueblos, permanecían en la ilegalidad.

El ejército y los poderes fácticos en general impusieron una serie de líneas rojas como la de la Jefatura del Estado y la forma de éste: Monarquía Borbónica encabezada por Juan Carlos y unidad indivisible de España.

Los medios de comunicación en su totalidad apoyaban la Transición, tal como antes habían apoyado el franquismo. No hubo, desde el punto de vista de los medios de comunicación, debate democrático alguno.

A pesar de todo ello se constituyó un potente movimiento de rechazo a la Reforma, que fue tratado a sangre y fuego por el Estado: centenares de muertos, miles de detenidos y torturados, tomas policiales de localidades enteras (Rentería, Reinosa, Sagunto…). No conviene olvidarlo.

Para much@s activistas de aquel entonces, estaba claro que el Régimen del 78 tenía fecha de caducidad, porque estaba construido esencialmente y casi de forma exclusiva a favor del proyecto nacional y de clase de la oligarquía española. Eso sí, con la colaboración de algunos «nacionalismos periféricos» de derechas y otros agentes sociales y políticos.

La situación a la que asistimos hoy, pues, no es ningún milagro. Es el fruto de muchas luchas encadenadas que en esta fase histórica tienen su cristalización más desarrollada en el proceso soberanista y republicano de Cataluña. Pero sería un error interpretar la situación actual como una realidad aislada de toda la historia anterior de luchas de resistencia, y mucho peor aún no enmarcarla en una proyección de futuro de éstas.

Es muy importante que el conjunto de las clases trabajadoras de los diversos Pueblos del Estado comprendamos que la lucha por la República Catalana es beneficiosa para todas y todos, pero también es muy importante que el movimiento soberanista- republicano catalán comprenda que necesita la solidaridad y el apoyo de los Pueblos del Estado español. Esa doble práctica es imprescindible para la victoria.

Democracia y legalidad; en los últimos tiempos nos repiten machaconamente desde el PP y todos los medios de comunicación españoles una idea tan falaz como reaccionaria: sin legalidad no hay democracia. Ese concepto se confronta con cualquier filosofía del derecho medianamente normal, incluyendo a las diversas escuelas de influencia cristiana. Se olvidan de algo tan absolutamente imprescindible para el avance de la civilización como es el “derecho de resistencia y rebelión frente a las leyes injustas”.

Si aplicáramos la filosofía que defiende Rajoy y su cuadrilla, seguiríamos viviendo en la época de las cavernas. Aunque seguramente es lo que les gustaría a ellos.

La lucha por el derecho al aborto o al divorcio fueron ejemplos, bastante cercanos en el tiempo, de lucha contra leyes injustas, que incluían el no-respeto a éstas, precisamente porque éstas no respetaban los derechos de la gente, especialmente de las mujeres.

Eso sí, el aborto, ilegal porque el Estado así lo decidía, era un fuente de sufrimiento, de enfermedad y de muerte para las mujeres.

Por no hablar de la lucha contra la legalidad franquista y todas las movilizaciones “ilegales” que hubo que desarrollar para cambiarla. Pero claro, en esas no estaba el PP, ni la fracción señoritil del PSOE.

Otro mantra sobreutilizado es el de los nacionalismos y sus maldades.

Por supuesto que hay nacionalismos y nacionalismos. De entre ellos, brilla por su brutalidad y sectarismo el nacionalismo español. El nacionalismo español, que fue la base ideológica del franquismo y sigue siendo la de sus herederos, PP y Ciudadanos, que se han convertido en los mayores esencialistas del Régimen del 78, junto a una fracción del PSOE. Y ello porque éste, el Régimen del 78, se parece cada vez más al tardofranquismo.

El Régimen del 78 con PP-Ciudadanos y la colaboración del PSOE de Pedro Sánchez (sí, el que calificaba a Mariano de “indecente”, el de “No es No”), no quiere abrir vía alguna de diálogo en relación con el tema de Cataluña. Están impacientes para implementar la vía represiva pura y dura en toda su amplitud. En este marco creemos que el discurso del President Puigdemont del día 10 de octubre tuvo la utilidad de descolocar, aunque sea coyunturalmente, a los estrategas del Régimen. Pero debería de tener otras consecuencias de importancia, tal cómo que sectores sociales de dentro y fuera de Cataluña comprendan mejor quién se niega a buscar soluciones políticas a un conflicto político. O dicho de otra manera, quién se empeña en situar un conflicto político en un escenario policiaco-militar. Y eso es muy importante porque ayuda a mejorar la correlación de fuerzas, cuestión fundamental para el resultado final de esta confrontación a la que asistimos entre democracia y neofranquismo.

No sabemos qué hará el President de la Generalitat ante el requerimiento trilero que le hace el Jefe de la Mafia española, el Sr. Rajoy. Pero desde luego el Gobierno del Estado tiene a su disposición las actas correspondientes de la sesión del día 10 del Parlament. ¿No debieran de ser los servicios jurídicos del Gobierno español o del Congreso los que interpretaran exactamente lo que se dice en esas actas? ¿O es que ahora el Sr. Rajoy delega la competencia -fuera de la ley- al Sr. Puigdemont para que éste haga las interpretaciones jurídicas de sus propios discursos políticos? Obviamente es una trampa de trilero, pero de un nivel tan ínfimo que no creemos que nadie caiga en ella.

El Sr Rajoy, el Jefe de la Mafia española, el jefe de un partido con más de 900 imputad@s por corrupción, y que el mismo -como organización- está a dos pasos de ser condenado por corrupción, se escuda detrás de las fuerzas represivas del Estado, incluyendo la administración de justicia, para resolver manu punitiva lo que es incapaz de afrontar por la vía política. Es verdad que toda la brigada mediática está con esa línea de acción. Ell@s se juegan sus privilegios en la supervivencia del Régimen del 78, pues su mediocridad les impediría mantenerlos en un régimen normal, pensando que por esa vía la victoria es absolutamente segura. Están equivocad@s, también por esa vía la derrota, aunque sea más costosa para las clases populares, la tienen asegurada.

Izquierda Castellana

Castilla a 12 de octubre de 2017

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