2014, crisis de la Monarquía; 2016, crisis del PSOE; 2022, crisis del PP

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2014, crisis de la Monarquía; 2016, crisis del PSOE; 2022, crisis del PP

En junio de 2014, después de que se conociesen los numerosos escándalos protagonizados por Juan Carlos I gracias a los medios de comunicación internacionales (los medios españoles se encargaron durante años de que estos no trascendieran a la opinión pública), y tras numerosas y masivas movilizaciones antimonárquicas, este abdicó en su hijo Felipe, que fue coronado el 19 de junio; por cierto, esa ceremonia tuvo lugar bajo un auténtico Estado de Excepción en Madrid, Comunidad que por aquel entonces presidía Cristina Cifuentes.

El 2 de octubre de 2016, Pedro Sánchez, actual Presidente del Gobierno de Coalición, dimitía como Secretario General del PSOE después de quedar en minoría en una votación del Comité Federal de ese partido sobre la línea a seguir ante la candidatura de Rajoy a la Presidencia del Gobierno, que para materializarse necesitaba de la abstención de unos cuantos diputados del PSOE, requisito que finalmente obtuvo. Todo ello en el contexto de una operación de acoso y derribo combinada, intra y extra-muros del PSOE, con la aportación principal del Grupo PRISA contra Pedro Sánchez. Ocurría en coincidencia con una circunstancia de gran repercusión subjetiva en el entramado orgánico del PSOE: la irrupción de Podemos como opción electoral con un espectacular y transversal apoyo mediático, desde luego nada casual, y con unas encuestas demoscópicas que nunca se confirmaron (estas auguraban a esa plataforma electoral no solo el «sorpasso» respecto al PSOE, sino la opción de ser la candidatura más votada en el conjunto del Estado).

Podríamos considerar otras crisis estructurales de diversas instituciones claves del Régimen del 78, como es el caso de la Administración de Justicia o del poder mediático, pero nos centramos en las tres señaladas por su especial funcionalidad en relación con el mantenimiento de la legitimidad social del Régimen y de su reproducción, cada día más complicada.

Es curioso comprobar, cuestión por otra parte habitual, cómo la mayoría de los medios y sus tertulianos o comentaristas se quedan en los aspectos más superficiales de la crisis orgánico-política de la derecha del Régimen.

En primer lugar, nos gustaría decir que obviamente los conflictos de fondo se encarnan en personas; pero si nos quedamos solo en esa perspectiva para interpretar los procesos, no se entenderá casi nada. El conflicto entre Ayuso y Casado/Egea es un auténtico conflicto de fondo, aderezado por un conjunto de cuestiones personales, pero que son esencialmente accesorias, es decir, parte del decorado. De igual manera, el conflicto en el PSOE hace seis años no fue una cuestión personal, en lo esencial, entre Susana Diaz y Pedro Sánchez, sino acerca del posicionamiento en aquella coyuntura política. Es útil insistir en aquel episodio porque tiene bastantes paralelismos con el actual.

Sagasta reparte el pastel entre sus partidarios

Vox es un grave problema para el PP, puesto que su existencia cuestiona la referencialidad político/electoral de este partido en la derecha social; y, por tanto, su hegemonía como gestor del poder y distribuidor de cargos institucionales, además del acceso a todo tipo de «mordidas», que al fin y al cabo es el papel fundamental de los partidos políticos del Régimen en sus diferentes variantes. Mantener ese estatus es vital y no tienen un criterio unificado sobre cómo hacerlo. Pablo Casado lo pretende desde un aparente alejamiento formal del mensaje de Vox mientras Ayuso lo pretende desde una asimilación al menos parcial de su discurso, es decir, desde la cercanía. Similar debate en el fondo, salvando las distancias, se dio en el PSOE con respecto a Podemos; finalmente ganó Pedro Sánchez, que era partidario de competir con Podemos desde la cercanía discursiva.

No tenemos bolas de cristal que nos informen sobre el futuro, pero sí capacidad para hacer análisis de las tendencias. Consideramos que en el PP va a terminar ganando la táctica de Ayuso, aunque pueda haber novedades. Es una táctica que además ha demostrado su eficacia en las últimas elecciones autonómicas de Madrid. Ciertamente, el Estado español es un Estado plurinacional y con claros elementos de diversidad social y política en sus diferentes territorios, y ello será también un factor que tenga peso en el desarrollo de la «lucha fratricida» que actualmente se está dando en el PP; de ese aspecto de la cuestión es precisamente de donde pueden surgir elementos que reconduzcan la hipótesis que hemos planteado. El que la lideresa de la derechona madrileña sea quien encabece una de las fracciones es una circunstancia que genera reticencias en los territorios en los que el PP tiene un perfil específico, como Galicia y también Andalucía. La conformación del gobierno en Castilla y León, que todo indica que será mediante algún tipo de coalición con Vox, salvo la sorpresa de una abstención hoy no prevista del PSOE (lo que sería un elemento de inflexión en la evolución de las cosas), será un dato del mayor interés para hacer el seguimiento de este proceso.

Desde nuestro punto de vista, lo más importante es comprobar cómo los principales pilares del Régimen del 78, uno tras otro, van quedando gravemente deteriorados por crisis estructurales. Pudiera parecer en una mirada superficial que las superan, aunque sea con ciertas dificultades. Pero es obvio que no es así; la referencialidad que tiene Felipe VI no tiene nada que ver con la que tuvo Juan Carlos I en su día; la referencialidad que tiene Pedro Sánchez tampoco tiene nada que ver con la que alcanzó Felipe González; y similar referencia, aunque con matices, podríamos hacer en relación con el PP de Aznar y el actual. Eso por no hablar del papel de centralidad que jugaba el diario El País durante las primeras fases de la Transición y el que juega actualmente.

Los partidos políticos del Régimen no solo han dejado de ser «la expresión de la democracia», tal como se percibía por un amplio sector social a los inicios de la Transición, sino que han pasado a considerarse como uno de los mayores problemas para el conjunto de la sociedad.

Las dificultades que afectan al recambio del franquismo, es decir, al Régimen de la Monarquía borbónica, no tienen solución. Actualmente este se asemeja a un corralillo de pollos semi-descabezados y cada vez con menos plumas. Si a esto le añadimos un escenario internacional en la UE y en el conjunto del mundo capitalista lleno de incertidumbres, no es difícil concluir que las condiciones objetivas han madurado para un cambio de Régimen. Ello, por otro lado, es absolutamente imprescindible. El proyecto de construcción de un sistema político, económico y social alternativo al que actualmente sufrimos aún no está maduro, pero hay elementos muy significativos que avanzan en esa dirección. Es tarea de los revolucionarios y revolucionarias en Castilla y en el conjunto del Estado profundizar lo más rápidamente posible en ese camino. El futuro de nuestros Pueblos depende de ello.

Izquierda Castellana, 18 de febrero de 2022

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