Ciñera, orgullo minero en jaula de oro

Carmino Maizal, Mercedes Ordás y Paco y Faustino Cañizares, delante del homenaje a los últimos mineros muertos en Ciñera.
Comparte este artículo:

Media docena de cascos y lámparas mineras junto a un pedrusco de carbón presiden el monumento que recuerda al tributo final pagado por los mineros de Ciñera (Pola de Gordón, León). Domina el centro de la Plaza de la Iglesia. Es imposible cruzar las calles sin quitarle la vista. Un casco y una lámpara por cada minero muerto el 28 de octubre de 2013. Era lunes y el turno de mañana finalizaba su tarea. Pero 19.000 metros cúbicos de grisú liberados en 15 minutos secaron los pulmones de seis hombres en el pozo Emilio del Valle (Grupo Tabliza).

Otros siete se salvaron milagrosamente al salir antes de que se cegara toda la zona afectada. El hermano de Faustino Cañizares, minero y ex alcalde, estaba allí. «Al entrar a por ellos apenas cabía una persona delgada. Dos minutos después de sacar a todos, se hundió la rampa».

Ciñera, uno de los 27 núcleos de Pola de Gordón, pasa por ser hoy la ‘zona cero’ del abandono minero. Una de las razones por las que los leoneses salen hoy a las calles de su capital, Ponferrada y Villablino para reclamar alguna esperanza de futuro para su maltratada economía.

De lucha saben mucho los vecinos de Ciñera. En sus calles estrechas, encajonadas entre el río Bernesga, la vía del tren y las escarpadas montañas, se vivieron duros combates con los antidisturbios. Los últimos fueron en 2012. La gente abría las puertas de sus casas para que los piquetes de mineros se refugiarán de los pelotazos de goma de los guardias civiles.

Visitar la zona y ganarse la confianza de los (ex) mineros exige picar en su coraza hasta que sale la veta humana. Un armazón alimentado de sangre negra y orgullo de clase como ya casi no queda en ningún otro sector. Ciñera fue durante un siglo patrimonio y solar de la Hullera Vasco-Leonesa, ‘la Vasco’, la mayor mina privada de España.

Desde las cristaleras del café Hispana, centro de reunión del pueblo, tampoco se puede apartar la vista del túmulo funerario de la plaza. «La Vasco fue un padre tirano que tenía a sus hijos en una jaula de oro». Camino Maizal, nieta, hija y hermana de picadores retrata al patrón que marcó la vida de todas las generaciones durante el último siglo.

Se refiere a que los dueños proveían al pueblo de todas sus necesidades. «Era un paternalismo interesado. Nos aislaron e impidieron que llegara cualquier otra alternativa laboral a la zona», completa el método Mercedes Ordás, alcaldesa pedánea.

Mujeres de su hogar

Camino, que hoy lucha desde su club deportivo por convertir a Ciñera en referencia de los deportes de montaña, recuerda cómo la sociedad minera paró los intentos de las mujeres de crear cooperativas textiles. «Nos educaron como hijas, esposas y futuras madres de mineros. ¡Para qué trabajar!», nos decían.

El poderío de la ‘Vasco’, que explotaba cuatro pozos en Ciñera y daba empleo en toda la Pola de Gordón a 2.000 mineros, convirtió a la villa en el modelo y la envidia de la comarca. En sus mejores tiempos alcanzó 3.500 vecinos. Época dorada con tres colegios, dos cines, discotecas, bares. Hoy, apenas quedan siete locales abiertos, todos negocios familiares. Y la población empadronada no supera los 750 vecinos, aunque «viviremos poco más de 400», certifica Ordás.

Colegios, cines, campo de fútbol, el economato, el consultorio médico… todo lo ponía la empresa. Y las viviendas. Pero en 2015, en plena agonía general del sector, la Hullera quebró. El comienzo del verano de 2016 llegó con el aviso de que todo el pueblo se ponía en venta por el gestor concursal para saldar una deuda de 51 millones de euros. De repente, docenas de familias y muchas viudas podían quedar en la calle.

«Todo era de ellos, menos la iglesia que la construimos los vecinos», resume Paco Cañizares, hermano de Faustino. La intervención de la Junta de Castilla y León, que compró las casas a un ‘precio social’, evitó la última traición del ‘padre tirano’: echar a sus hijos a la calle. Fue una compleja operación legal ya que esas casitas que hoy presiden el corazón de Ciñera figuraban en los planos como simples barracones.

Después se precipitó todo. La mina se cerró en plan ‘tocata y fuga’. Asomarse ahora a sus pozos es hacerse una idea del abandono. Parece que todo el mundo ha salido corriendo ante una amenaza de derrumbe. Las minas a cielo abierto (últimas en cesar) están inundadas. Las escombreras asoman apocalípticas como ‘glaciares negros’ a punto de devorar el entorno. «Hay grisú y bolsas de gases por todas partes», advierten los Cañizares. Un ‘queso gruyere’ peligroso al que todos vuelven la espalda. Incluso el castillete de 31,5 metros del pozo Ibarra, monumento protegido, y heredero del estilo torre Eiffel. Sus planchas oxidadas son víctima de los vándalos.

No solo eran el patrón de uso de la Vasco-Leonesa. También la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP) y otras firmas promovieron el monocultivo minero. «No hay nada por lo que luchar –lamentan Paco y Faustino–. Estamos muertos. No solo nosotros, toda la comarca. ¿A dónde se fueron los fondos de reconversión?».

El cementerio de Ciñera está lleno de muertes tempranas. Pero aún sigue abierto el colegio. En 2019 nacieron dos niños. «Tenemos que reinventarnos para ellos», reclaman los Cañizares.

 

https://www.leonoticias.com/mineria/cinera-orgullo-minero-jaula-oro-20200224083338-nt.html

 

Comparte este artículo: