Condenado a doce meses de cárcel el dueño de un bar de Valladolid por abusar de una clienta en su local

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Juzgado de lo Penal número 1 de Valladolid ha condenado a doce meses de prisión al hostelero G.B.H, titular de un bar de la zona centro de la capital, por un delito de abusos sexuales sobre una joven tras una fiesta universitaria celebrada en su establecimiento.

El propio encausado llegó a un acuerdo con el fiscal y la acusación particular para evitar la celebración del correspondiente juicio, una vez reconocidos los hechos y aceptar la referida pena privativa de libertad de un año por delito de abusos sexuales, del artículo 181.1 del Código Penal, según informaron a Europa Press fuentes jurídicas.

Sin embargo, la ejecución de la condena queda suspendida si el condenado cumple una serie de requisitos: el abono de 6.500 euros de responsabilidad civil en favor de la víctima –ya están pagados–, la realización de cursos en materia de educación sexual, prohibición de comunicar y aproximarse a la joven durante dos años y a no delinquir por espacio de tres años.

La condena considera probado que los abusos se produjeron en la madrugada del día 17 de marzo de 2017, cuando la víctima, estudiante de 19 años de la Universidad de Valladolid, y sus compañeros de facultad se encontraban celebrando una fiesta en una de las dos salas de que dispone el bar del hostelero sito en la calle Macías Picavea.

Una vez concluida la fiesta, el dueño del local se acercó a la joven universitaria, organizadora del evento, y le pidió que se quedara unos minutos para hablar con ella, de forma que durante la conversación de carácter banal entre ambos el bar se fue vaciando hasta no quedar cliente alguno, momento en el que el condenado aprovechó para cerrar con llave la puerta del pasillo que comunica las dos salas del establecimiento.

Fue entonces cuando G.B.H, «movido por un deseo libidinoso», acercó su taburete al de la víctima y empezó a darle besos por el cuello y a meter su mano por la camiseta, desabrochándola el sujetador, ante lo cual ella se apartó y le pidió que parara.

Sin embargo, el condenado, lejos de hacerlo, continuó manoseando a la joven, a la que tocó los pechos, con lo que ella se levantó y le imploró que la dejara marchar, sin que tampoco el hostelero atendiera su petición.

Metió entonces su mano por detrás del pantalón de la denunciante y la tocó los glúteos, con intención de continuar por delante, pero la joven, que no había cesado de llorar desde el inicio de este episodio, le empujó y volvió a pedir que abriera la puerta, momento en el que finalmente G.B.H. atendió su requerimiento y la dejó escapar.

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