De manada en manada

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Tres noticias del mismo cariz, en un mismo día y que caminan en la misma preocupante dirección. Por un lado, dos sentencias indignantes, que acaban siendo tan beneficiosas para los verdugos, como lesivas para las víctimas. Y en el remate, un informe del hospital Clínic sobre violencia sexual, que dispara todas las alarmas.

Por un lado, la sentencia que acaba de emitir la Audiencia de Lleida, que repite, casi como un calco, la famosa e indignante sentencia de La Manada. Los hechos son casi paralelos: un hombre y su sobrino penetrando sexualmente a una mujer de manera reiterada; la víctima llorando aterrorizada, y pidiendo por favor que pararan; y la Audiencia reduciendo a cuatro años y medio la pena de cárcel, de los quince que pedía la Fiscalía, porque no lo ha tipificado como violación, sino como delito sexual, ya que “la mujer no fue capaz de expresar la negativa de manera física”. Lo más escandaloso es que lo reconoce la propia sentencia: “En definitiva, la víctima se encontró sin recursos para reaccionar de otro modo, quedando prácticamente paralizada, sin gritar ni resistirse, más allá eso sí, de seguir manifestando su negativa de los actos de que estaba siendo objeto, lo que hizo innecesario el empleo de violencia o intimidación para doblegar su voluntad”. Es decir, que, si no es capaz de luchar y no le rompen el cráneo o le parten los brazos, no hay violación… Si la sentencia no fuera ya tan indignante como la de Pamplona, basta añadir un dato: el abogado de los dos agresores es el mismo que defendió a varios de los miembros de La Manada. Ha asegurado que mañana mismo pedirá la libertad de los dos agresores.

Sumando despropósitos –e indignaciones–, la segunda sentencia es igualmente lacerante y, para más inri, vuelve a ser dictada por el mismo tribunal de La Manada. He aquí los hechos: un hombre apuñaló e intentó asfixiar a su mujer, ante sus dos hijos de tres y seis años, pero al final desistió de culminar el asesinato. La Fiscalía pedía diez años de cárcel por un delito de homicidio en grado de tentativa, pero el tribunal sólo lo ha condenado por “maltrato ocasional” y lo han condenado a diez meses de cárcel, una pena incluso menor a la petición de la propia defensa.

Para rematar el artículo, los datos fríos que la unidad especializada del Clínic ha hecho públicos en su informe del 2018: una mujer atendida cada día por agresión sexual, el doble que en el 2015 y un 33% más que en el 2017; la mayoría, mujeres entre los 18 y los 25 años; hasta octubre del 2018, han acudido 351 víctimas, y calculan que superaran las 400 cuando acabe el año; 7 de cada 10 víctimas, lo eran de violación; en el 30% de los casos, había habido ­sumisión química, con pérdida de consciencia.

Y con todo lo leído, ¿qué hacemos con el dolor de las víctimas, con la impotencia, con nuestra rabia? Algo huele a podrido en los tribunales y no es en Dinamarca.

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