Después del Régimen del 78, ¿qué?

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El Régimen del 78 está muerto. Aún no lo han enterrado pero obviamente es un difunto. La pregunta que nos hemos de hacer y cuya respuesta aún no está determinada (dependerá de la propia dinámica social y política que sepamos imprimir a la realidad) es: y después del Régimen del 78, ¿qué?

El congreso del PP, el pasado fin de semana, que en teoría era exclusivamente para elegir presidente del partido, ha supuesto finalmente, además de la elección de ese cargo, una reorientación política del partido, que de facto le sitúa extramuros del Régimen del 78, de nuevo y sin complejos en la derecha fascista. El ideario expresado por Pablo Casado y aclamado por las bases, a pesar de estar este investigado por un currículum obtenido con claras apariencias de ilegalidad -favoritismos e irregularidades, por tanto por métodos asociados a prácticas corruptas-, expresa con mucha claridad, tal como veníamos anunciado, que la lucha contra la corrupción no es una preocupación para la derecha española. Al contrario ella, la corrupción, es consustancial a su ADN. El problema de la derecha española era la de que su principal partido político, el PP, no abanderara un discurso suficientemente protofascista, especialmente en la actual coyuntura política. Ya han dado ese paso y según las crónicas, la moral de los compromisarios y compromisarias se ha puesto por las nubes. Pero en ese tránsito hacia la extrema derecha y con la incorporación de medidas antisoberanistas, la vuelta a la ley del aborto de 1986, etc., cuestionan desde la derecha los teóricos «consensos del Régimen del 78».

Con la Corona, coyunturalmente neutralizada por unos escándalos que van más allá de lo imaginable; con una administración de Justicia profundamente desacreditada ante la opinión pública internacional –y la civilizada en el Estado español-, en buena medida por haber jugado el papel de estructura de choque contra el movimiento soberanista-republicano catalán, con absoluta renuncia a jugar el papel que en una sociedad democrática se espera de tal administración. Papel de choque jugado en buena medida por la delegación que en ella hizo el anterior Gobierno, y ella, la administración de Justicia, asumió de buen grado; con unos medios de comunicación en muy buena parte perdidos en su laberinto y totalmente desacreditados. Como referencia sólo hay que darse una vuelta por los quioscos para ver la irrelevancia que los medios de comunicación escritos han alcanzado. Al Régimen del 78 solo le queda el PSOE, en bastante medida Unidos Podemos y parcialmente algunos de los medios de comunicación vinculados a esos proyectos políticos.

Ahora mismo esos son los únicos apoyos con los que cuenta el Régimen.

La derecha española ha migrado claramente hacia posiciones fascistas, y lo mismo ha hecho una buena parte del actual entramado institucional, incluyendo la institución monárquica. ¿Y por parte de los sectores sociales e institucionales progresistas, ¿qué tenemos? Los movimientos soberanistas se han situado de forma muy clara en planteamientos democráticos y republicanos. Pero sin un proceso de confluencia entre todas esas fuerzas, proceso de confluencia que además genere un polo de atracción para amplios sectores sociales que hoy se sienten electoralmente representados en el PSOE o en Unidos Podemos, no obtendremos la suficiente correlación de fuerzas para neutralizar la ofensiva estratégica que la derecha española ha puesto en marcha. Y que nadie caiga en al ingenuidad de pensar que las cosas pueden seguir como están. Que una tercera vía como la que representa el actual Gobierno del PSOE y sus apoyos están intentando poner en marcha. Ello no es viable a medio plazo, aunque durante unos meses se puedan generar expectativas, y que incluso si se mueven con mucha habilidad, conseguir que los resultados de la próximas elecciones generales beneficien al PSOE; eso entra dentro de lo posible. Pero eso no resolverá los problemas reales, ni permitirá por tanto la continuidad de un Gobierno de las características del actual a medio plazo.

Hace falta un discurso articulado, potente y creíble, desde el movimiento democrático de los Pueblos del Estado, al que hay que incorporar a aquellos sectores sociales que a nivel general rechacen el actual proceso de involución fascista. Ese discurso solo puede tener un hilo conductor: la República.

Las luchas sociales por la mejora de los servicios públicos: sanidad, educación, pensiones…; la lucha contra la violencia de género; la lucha contra la represión y la corrupción, son de primerísima importancia y hay que seguir impulsándolas al máximo, pero ningún cambio significativo a esos niveles será ya posible en el marco de este Régimen y mucho menos en este Régimen reinterpretado por la derecha fascista española. El cambio político, el cambio republicano, es el único camino que nos permitirá construir un sociedad justa y con derechos: políticos, civiles, laborales, sociales…

La experiencia de la consulta republicana de Vallekas ha de tener una continuidad en los próximos meses. Las consultas republicanas no se pueden quedar en un mero postureo de un día. Las consultas republicanas tienen que llevar aparejado la construcción de movimiento republicano organizado y de conciencia republicana. Ese es un proceso más costoso y que lleva más tiempo, pero es el único que nos puede llevar a la victoria.

Castilla a 23 de julio de 2018

Izquierda Castellana

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