Pedro Horrach, sobre el caso Nóos: «Don Juan Carlos hubiera tenido que declarar si no fuera inviolable»

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El ex fiscal Pedro Horrach (Sa Pobla, Mallorca, 1966) sostiene en una larga entrevista concedida a EL MUNDO en su nuevo bufete mallorquín que el escándalo hubiera afectado de lleno al Rey Emérito de no haber sido por su condición de inviolable y por haber prescrito el préstamo ficticio que realizó a su hija para que se comprara el palacete de Pedralbes. Insiste en que no le hubiera temblado el pulso en citar a declarar al monarca y que si no acusó a la Infanta fue, porque como le dijo al juez José Castro una noche de copas, «le parecía una broma».

¿Cuándo se dio cuenta de que en la investigación del ‘caso Palma Arena’ iba a estallar un gran escándalo protagonizado por Iñaki Urdangarin?
La primera vez fue durante el registro del Palma Arena, donde encontramos simplemente el contrato del convenio entre el Instituto Nóos y la Consellería de Turismo y que dio pie a lo que luego fue la pieza 25. A continuación, pedimos todo el expediente administrativo y nos encontramos de nuevo sólo con el contrato, sin soporte administrativo. No sabíamos ni siquiera que estaba Iñaki Urdangarin en Nóos, sólo aparecía Diego Torres y le citamos como imputado como un mero trámite. La gran sorpresa es que al preguntar cómo se habían justificado los gastos se acreditaron muchos menos gastos que el dinero recibido y descubrimos desvíos de dinero a quienes eran presidente de Nóos, Urdangarin, y vicepresidente, Torres.
Lo llamativo fue que el propio Torres fue quien entregó las facturas que demostraban que se habían quedado con el dinero de los foros que organizaban…
Torres, al estar imputado, tenía dos opciones: o entregar la documentación o no entregarla. Sin embargo, facilitó dos cajas de documentación. Vino a declarar, tuvo varias incoherencias y repitió hasta la saciedad que no tenía que justificar nada porque era un convenio. Fue entonces cuando cogí las facturas y a simple vista era obvio que algunas estaban duplicadas y se habían cargado a varios convenios diferentes, tanto de Baleares como de Valencia, y que la mayor parte del dinero había ido a parar a nombre de varias sociedades. Busco en el Registro Mercantil a nombre de quién están y me aparece Iñaki Urdangarin con una sociedad y Diego Torres con tres o cuatro.
Con esa información en las manos, ¿cuál fue el siguiente paso?
Hice un informe en agosto de 2011 que siempre sospeché que lo teníais en EL MUNDO. Publicasteis un artículo titulado Anatomía de un pelotazo y yo había puesto en mi informe interno dirigido a mi jefe Antonio Salinas «esto parece un pelotazo de libro». Yo siempre pensé que os lo filtraron. Pero nunca pensamos que el escándalo pudiese ser tan profundo. Me fui a ver al juez José Castro, pedí el secreto de las actuaciones y que se oficiara a la Policía Nacional para tomar declararación in situ a los proveedores y empleados del Instituto Nóos y cotejar que las facturas estaban duplicadas. Fueron semanas muy intensas porque nos fuimos a Barcelona con la Policía Judicial y tomamos declaración a unas ciento y pico personas. Se fueron confirmando los indicios iniciales. Entonces solicitamos el registro del Instituto Nóos, pero aún así nunca pensamos en la repercusión mediática que iba a tener aquello.
¿Cómo fue la reunión en la que le dice a Castro que había acreditado que el yerno del Rey había desviado dinero público?
Parece difícil de creer pero actuamos con bastante normalidad. No nos planteamos nunca no hacer nada por el hecho de aparecer Urdangarin.
Cuando le envía el informe interno al fiscal jefe Anticorrupción Antonio Salinas diciéndole que ha descubierto a Urdangarin en un «pelotazo de libro», ¿cómo reaccionó? ¿Puso alguna objeción por tratarse del yerno de Don Juan Carlos?
Simplemente me preguntó si estaba todo bien atado y le dije que desde mi punto de vista, sí. Recuerdo que hablé con él antes de pedir el registro del Instituto Nóos y ni él ni el fiscal general del Estado en ese momento, Eduardo Torres Dulce, al que me consta que se lo comunicó, pusieron ninguna objeción.
A partir de ese momento, tiene lugar el registro judicial de la sede del Instituto Nóos.
Entonces sí tuvimos conciencia de la repercusión que tenía el asunto. A raíz de los registros encontramos anotaciones de dos estructuras societarias fiduciarias en el extranjero, a través de Belice y Londres. Además, un documento que reflejaba que el beneficiario último de esas sociedades era Diego Torres. Encontramos dinero fuera que había sido sacado de Nóos con facturas que era obvio que no correspondían a ningún servicio.
¿En qué momento toman la decisión, a la vista del contenido de los registros, de pedir la imputación de Urdangarin?
Al día siguiente de los registros junto a la Policía Judicial tomamos declaración a Diego Torres. Dijo reiteradamente que no podía contestar a las preguntas hasta que lo consultara o lo pensara. Ante la pregunta de quién era el dueño del dinero que había sido encontrado fuera, nos dijo que no podía contestar. Se le preguntó expresamente si Urdangarin participaba y nos volvió a contestar que no podía responder. Encontramos un post-it encima de los documentos de las estructuras en el que ponía «esto es para I.U.». Sabíamos por otros documentos que en el Instituto Nóos se le conocía como I.U. y no había otra posibilidad. Le dije a Salinas que era obvio que había que imputar a Urdangarin.
¿Qué le contestó?
Es muy seco, no manifiesta emociones. Simplemente quedamos en que iría a Madrid a verle para debatir el asunto. Estábamos todos nerviosos, no es que seamos fríos. Los registros duraron hasta las dos o las tres de la madrugada. Le llamé y simplemente le dije que la cosa iba muy bien, le hice una síntesis rápida. Piensas en la proporcionalidad de las cosas, te das cuenta de que estás saliendo en la televisión y te empiezas a preocupar por la posibilidad de equivocarte. En el registro del domicilio de Marco Antonio Tejeiro se encontró un documento con todas las estructuras fiduciarias, me lo dijo la Policía en dos frases, y esa noche casi no dormimos. Respiré satisfecho después de la declaración de Torres, cuando la confrontamos con la documentación intervenida, y su respuesta fue callarse. Ahí me relajé.
Salinas reaccionó tranquilo, ¿y el juez Castro?
Él tenía una gran responsabilidad porque autorizó las entradas y registros y su orden no podía ser ni desproporcionada ni incoherente. También respiró tranquilo.
A final de año el juez imputa a Urdangarin, la Casa Real aparta al entonces duque de Palma y se le pregunta expresamente por el papel de la Infanta Cristina, que había aparecido como socia de una de las empresas a las que se desviaba el dinero. La respuesta de la Casa fue: «Ya veremos». ¿Qué pensaron ustedes cuando vieron que Cristina de Borbón figuraba formalmente en la trama?
Sabíamos que estaba la Infanta Cristina desde el principio porque aparecía en el Registro Mercantil como socia de la entidad Aizoon. Sin embargo, si lees los interrogatorios de los más de cien empleados y proveedores, a todos les preguntamos por Cristina de Borbón, si tomó alguna decisión. La respuesta unánime fue que Urdangarin era el jefe con Torres pero que a la Infanta no la habían visto. Salvo una persona que dijo que la había visto una vez en la oficina porque había ido a recoger a su marido. No nos escondimos, siempre preguntamos por ella.
A pesar de que figuraba como socia de una de las empresas que se desvió fondos públicos y de que formaba parte de la Junta Directiva de Nóos, ¿por qué no se plantearon desde el primer momento citarla como imputada?
No nos lo planteamos ni nosotros ni tampoco el juez. Sólo se lo planteó Manos Limpias. Ni siquiera el tema de la Infanta fue objeto de debate al principio entre el juez y yo. Mantuve con él una conversación después de la declaración de Iñaki Urdangarin, aquella que duró una eternidad. Sólo recuerdo que fue una conversación en plan de broma. «Ahora llamamos a la Infanta», me dijo. Y le dije: «Sí, venga». Pero no debatimos seriamente.
¿Ese comentario se dice de broma?
A lo mejor estoy equivocado, pero lo tomé como una broma, sin más. Me dijo: «Y ahora, llamamos a la Infanta». Sólo tengo ese recuerdo, fue en el bar Barito, tarde cuando acabamos. De hecho Manos Limpias solicitó la imputación poco después y el juez la denegó. Nos opusimos todos, incluso la representación del PP, que nunca había aparecido por allí y metió un escrito oponiéndose.
Castro denegó por primera vez la imputación de la Infanta aludiendo a la denominada ‘teoría de la estigmatización’ utilizada con Felipe González en el ‘caso Gal’. ¿Qué ocurrió para que el juez cambiara de opinión y la imputara? ¿Fue un punto de inflexión el contrato de autoalquiler ficticio del palacete de Pedralbes revelado por EL MUNDO en el que la Infanta firmaba como arrendadora y como arrendataria para engañar a Hacienda?
Fue un elemento que el juez tomó en consideración, es evidente, pero no sé si fue el desencadenante. En cualquier caso, Diego Torres a través de su abogado estaba inundando el juzgado de correos electrónicos.
¿En qué momento, ya fuera de un bar, le comunica Castro que va a imputar a la Infanta?
Yo estaba en Madrid y recibí una llamada suya porque quería charlar conmigo. Quedamos en el Club Náutico de El Molinar, me dijo que iba a imputar a Cristina de Borbón y le dije que no había elementos suficientes salvo que Manuel González Peeters tuviera pruebas de que la Casa Real conocía y sabía lo que pasaba en el Instituto Nóos y que, por lo tanto, la Infanta también estaba al corriente. Pero luego veías los correos que aportaba y dejaban bastante que desear respecto a ella. Había dos o tres correos de una relación matrimonial normal y de ellos sólo se podía inferir que el secretario personal de las infantas podía haber intervenido. La conversación fue por estos lares.
¿Cómo reaccionó Castro cuando le dijo que iba a recurrir?
Luego tuvimos otra conversación a la que asistió María de los Ángeles Berrocal, abogada de la comunidad autónoma. Le dije: «Si imputas, voy a recurrir». Pero no discutimos.
Sin embargo, luego se desata la guerra entre ustedes y se lanzaron durísimas acusaciones. En síntesis se acusaron mutuamente de prevaricar…
Es verdad que se desató la guerra pero nunca tildé de prevaricador a nadie, ni quise hacerlo. Hay cosas que sé y otras que presupongo. En un momento dado, la Agencia Tributaria designó a la delegación de Cataluña para que investigara a las empresas. Consideró que la competencia debía ser Barcelona porque las sociedades tenían sede allí. Esa designación causó resquemor en la Delegación de Hacienda de Baleares porque se pensó que la Agencia Tributaria quería ocultar algo al traspasar de Baleares a Cataluña la inspección de las sociedades. Ese resquemor se lo trasladaron a Castro. De forma simultánea necesitábamos peritos contables para desentrañar la maraña societaria y ver dónde se había ido el dinero y de pronto vi que Castro designaba un perito de Hacienda en Baleares. Eso no podía ser porque no se pueden designar peritos a la carta. Castro puso en duda la actuación profesional de la Agencia Tributaria y con ella, también la de la Fiscalía. De ahí mi reacción en los escritos.
¿Cree que Castro tiene la sensación de que usted recibió instrucciones de sus superiores para salvar a la Infanta pero nunca se atrevió a confesárselas?
Estoy convencidísimo de que es así pero nunca me lo ha dicho. Se lo dije varias veces en la misma conversación en su despacho pero no se lo cree, como no se lo cree nadie. Le dije que la responsabilidad era mía y que las hostias me las llevaba yo. A mí me han llamado corrupto mil veces y no he visto que la Fiscalía en una sola ocasión me haya dado amparo ni haya interpuesto una denuncia. En cambio, arañas a un juez y hay un batallón en su defensa. A mí nadie me dio cobertura.
El juez Castro denunció que Hacienda había variado su criterio habitual para beneficiar a la Infanta aceptando como deducibles facturas falsas. ¿Sigue sosteniendo que la actuación de Hacienda fue correcta?
Por supuesto que me parece correcta. Es más, se produjo una situación estrambótica, que se imputara a alguien por el mero hecho de ser socio de una empresa sin tener datos que apunten a que participó en la gestión. Ha habido miles de casos en los que la actuación profesional siempre ha sido la misma.
¿Qué ocurrió para que le aparecieran de pronto multitud de fincas a nombre de la Infanta Cristina?
Fue simplemente un error en la base de datos, igual que ocurre en un periódico o en la Fiscalía. Sólo con que cambies una coma ya la puedes armar.
¿Cree que existen agujeros negros en la Agencia Tributaria y que a los miembros de la Familia Real no les saltan las inspecciones?
Por lo que he vivido no existen agujeros negros.
¿No le pareció suficiente que la Infanta fuera socia de Aizoon, que firmara documentos como el autoalquiler ficticio del palacete o que en correos electrónicos apareciera realizando gestiones con su padre para el Instituto Nóos o que cargara gastos personales a su sociedad?
Que cargara gastos personales es éticamente reprochable pero no penalmente. Aquí el problema es que el juicio de valor ético entró dentro de los juzgados y desde el momento en el que entraron consideraciones éticas, morales… la Justicia se va al garete. Hay millones de empresas que cargan gastos personales como gastos de empresa y a ninguno se les sienta en el banquillo.
El juez Castro ha asegurado recientemente que «la Infanta Cristina era la eminencia gris del Instituto Nóos». ¿Qué opina de esa afirmación?
Las impresiones no sirven de nada en el ámbito judicial si no van apoyadas de medios de prueba. Y en este caso no los he visto. Hay un principio básico, conocer no significa participar y se aplica en este caso y en delitos de tráfico de drogas.
Usted niega cualquier trato de favor a la Infanta pero reconocerá que nunca se recurre una imputación y en su caso usted la recurrió.
Estoy de acuerdo en que no es habitual que la Fiscalía recurra imputaciones. En esto fui muy transparente con el juez instructor. Le dije que si imputaba, recurriría. Lo que nunca entendí fue la decisión de la Audiencia Provincial de suspender su imputación. No existe la figura de un imputado suspendido, o estás imputado o no lo estás. Consideraba y considero que existían condicionamientos mediáticos en la decisión de imputar a la Infanta y es muy fácil, en el caso de Castro, imputar cuando tienes el viento a favor. Recuerdo una escena, cuando estalló el escándalo de Manos Limpias, que coincidió con el desarrollo del juicio, y todos los periodistas tenían cara de funeral. Se había caído el juguete. Aquí se ha dado la teoría del anclaje y ajuste. Existía un prejuicio y había que ajustar los hechos a ese prejuicio.
Pilar Urbano cuenta en su último libro que usted grabó a Castro. ¿Eso es cierto?
Fue una conversación en la Audiencia Provincial en la Sala de Fiscalía que no tuvo más recorrido y no está grabada.
Usted descubrió que el Rey Don Juan Carlos le hizo una donación de 1,5 millones a la Infanta para comprar el palacete de Pedralbes y que la operación fue camuflada como un préstamo para defraudar impuestos. ¿Por qué no se interrogó al Rey Emérito?
Esa donación pudo ser delito fiscal pero estaba prescrita.
Si no hubiera estado prescrita, ¿qué consecuencias hubiera tenido esa operación para el Rey?
Ninguna, porque es inviolable. Para ella, sí, porque tenía inmunidad.
Si el Rey no hubiera sido inviolable, ¿hubiera tenido que declarar?
Forzosamente pero habría que ver en qué condiciones.
EL MUNDO reveló que existió una reunión en La Zarzuela en 2014 a la que asistieron el presidente del Gobierno, el fiscal general del Estado y el ministro de Justicia para abordar la imputación de la Infanta. ¿Le comunicaron aquel encuentro?
No sé si se ha producido y si se ha producido a mí no me lo contaron.
En esa reunión el fiscal general esgrimió un informe interno suyo sobre la situación de Urdangarin y la Infanta.
Ese informe sí lo realicé. Expuse los datos y mi consideración jurídica sobre cada uno de ellos.
La revista Interviú publicó un documento interno, que le atribuyó a usted, que era una auténtica hoja de ruta para salvar a la Infanta del caso. ¿Ese documento lo hizo usted?
Fue un informe de reflexión porque en los medios se repetían mucho las palabras de Rajoy («a la Infanta le irá bien») que a mí personalmente me molestaron. Nunca me pidieron una hoja de ruta, lo hice motu proprio.
El perito judicial Balaguer ha reconocido que empezó a trabajar en la causa antes de tiempo a las órdenes del juez Castro y ha sido imputado. ¿Eso es verdad?
Yo creo que se confunde. Trabajaba para la Fiscalía pero dudo que conociera a Castro en ese momento. Con quien hablaba era conmigo.
¿Por qué no fructificaron las negociaciones de Urdangarin con ustedes para llegar a un pacto?
Tuvimos varias reuniones pero no vi interés por su parte.
¿Sospechó en algún momento que Manos Limpias estaba en la causa para chantajear económicamente?
En su momento, no. Luego sí te van cuadrando algunas situaciones. Ojalá les hubiera podido pillar.
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