8 de marzo de 2018, el día que durará años

Comparte este artículo:

 

Emocionante e histórica. Dos adjetivos que ayer se repetían en todos los corrillos que asistieron a las masivas movilizaciones feministas de un 8 de marzo que sí, representa sin duda un punto de inflexión en la lucha de las mujeres, así como consolida un nuevo ciclo de lucha en las calles, enlazando con las protestas de l@s pensionistas, las movilizaciones republicanas, la defensa de los servicios públicos, etc. Ingente el esfuerzo y mérito que para llevar esta convocatoria a los barrios y pueblos hemos hecho mujeres diversas, como diversa es nuestra procedencia militante e ideológica, organizadas en todo tipo de colectivos, asambleas y comités por la huelga feminista.

Entre otras muchas virtudes, en la gestación de la jornada se desplegó el mayor ejercicio de creatividad y frescura desde el 15-M, solo que con una carga ideológica y una madurez significativamente superiores. El 19 de mayo de 2011, un grupo de mujeres desplegó una enorme pancarta en los andamios de Puerta del Sol, en ese escaparate de ideas y mensajes que se levantaba vertical sobre la acampada indignada. Decía “La revolución será feminista o no será”. Las compañeras recibieron abucheos (“la revolución es de todos, la revolución no tiene sexos; fuera, fuera y que la quiten”, según recoge Europa Press:15M-Gritos mayoritarios de «fuera, fuera» en Sol al colocar una gran pancarta con el lema «la revolución será feminista») y varios machistas subieron a retirarla entre algunos vítores. De este bochornoso episodio no hace aún siete años. Sirva como muestra de un avance imparable en la conquista de nuestros derechos y libertades como mujeres, así como del aprendizaje acelerado del movimiento popular y de la sociedad en general ante las lecciones del movimiento feminista. Desde entonces hemos tumbado al ministro que cuestionó nuestro derecho al aborto, respondido a “las manadas” cada día del año y muy especialmente cada 25 de noviembre, planteado nuevos debates, visto incorporarse a toda una generación de compañeras jóvenes que nos enorgullecen y ya marcan camino. Solo la crisis del Régimen ha madurado a la misma velocidad que nuestras posiciones.

El éxito de la jornada de este 8 de marzo no solo se mide en el absoluto colapso de las grandes ciudades del Estado, sino también en las movilizaciones que se han producido en las pequeñas capitales de provincia y, sobre todo, en las marchas y actos que han juntado a miles de mujeres en los entornos rurales, en pequeños municipios a lo ancho y largo de nuestra tierra donde no existen las estructuras de “activismo clásico” que se dan en las ciudades. Pero principalmente el éxito se evidencia en haber llevado a cada rincón, a cada hogar, a cada puesto de trabajo y aula la importancia del trabajo de cuidados y lo descompensado de su reparto, la brecha salarial, la precariedad y el desempleo entre las mujeres, la sororidad, los privilegios, la diversidad sexual y afectiva, la violencia de género como la expresión más brutal de un modelo de dominación o nuestra invisibilización como agentes activos; en definitiva, de haber llevado a cada conversación la imperiosa necesidad del feminismo. El éxito, nuestro mayor triunfo, es haber puesto la lucha digna de las mujeres trabajadoras en el centro de la agenda política, social, económica y cultural, haber elevado el nivel de conciencia de todas sobre las consecuencias del patriarcado y sus imbricaciones en el sistema de (re)producción capitalista y en concreto, en el Régimen del 78. Éxito cuantitativo y cualitativo, he aquí su dimensión histórica.

Pero tan importante como hacer historia es saber hacer lecturas históricas, aprovechar el conocimiento de las experiencias del pasado para conquistar horizontes. Una vez convertido el feminismo —al menos en las superficialidades discursivas— en lugar común, es por una parte reinterpretado a conveniencia para buscarle un encaje cómodo en las convicciones propias, y por otra, objeto de codicia, víctima de todo tipo de intentos de instrumentalización mediática y partidista/electoralista. Ante el auge de nuestra marea, que se viene brava, la inteligencia del Régimen parece haber entendido que las mujeres somos la mitad: de las trabajadoras, de las consumidoras, de las pensionistas, de las estudiantes, de las usuarias… y también la mitad de las votantes. Los medios, que en lo esencial ejercen como correas de transmisión de la ideología dominante (aunque cada vez menos hegemónica), han abrazado con aparente entusiasmo la convocatoria contribuyendo indudablemente a su difusión y a aumentar la asistencia. Afectados por nuestro avance, han movido posturas y discursos; lo fundamental es que el relato mediático no marque los tiempos ni los contenidos al feminismo, o más bien, que el movimiento feminista no permita que ese intrusismo interesado genere confusión ideológica y diluya los fundamentos básicos sobre los que hemos venido levantando esta lucha. En ese sentido, no nos queremos olvidar tampoco de señalar los grandes temas ausentes: los vientres de alquiler y la prostitución como expresiones de violencia de género que deben ser leídos además desde una visión de clase. Ambas son cuestiones que deberían figurar, desde nuestro punto de vista, en el núcleo de toda agenda feminista.

Histórica, decíamos, pero también emocionante. Hace ya varias décadas que desde la neurociencia se demostró que no puede existir lo racional sin lo emocional. La emoción, tradicionalmente vilipendiada y asociada a nosotras, considerada como una alteración peligrosa para la claridad mental, viene ya a ocupar el lugar que le corresponde, también en la primera línea de la lucha política. En esta reivindicación de las sensibilidades, no queremos olvidar lo orgullosas y felices que estarían las compañeras que, como nuestra querida Doris Benegas, ya no pudieron estar entre nosotras este 8 de marzo, el día que durará años.

Por ellas, por nosotras, adelante hacia la República Feminista.

¡Viva la lucha de las mujeres!

Castilla, a 10 de marzo de 2018

 

 
Comparte este artículo: