Estado policial, ya está siendo

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Cuando uno habla en Catalunya con personas honradas y pacíficas que, sin haber cometido delito alguno, viven en la sabiduría de que sus correos electrónicos y sus llamadas están siendo grabadas, sin que haya orden judicial alguna, y que en cualquier momento pueden ser acusados y juzgados y que quien ordena esa vigilancia es un enemigo político suyo, comprende que esas personas padecen la persecución de un Estado policial.

Cuando nada menos que jueces del Tribunal Supremo reconocen que tienen personas presas preventivamente y sin pruebas, trasladadas a cárceles fuera de su tierra y lejos de sus casas, cosa que no puede tener otro fin que la humillación, parece evidente que no estamos bajo un estado de derecho y que la Justicia actúa como una parte de la policía al servicio del Gobierno.

Cuando la Fiscalía “se lo afina” al Gobierno para que sus delitos queden impunes y cuando actúa como punta de lanza de una estrategia partidaria contra gobernantes electos democráticamente, confirma ese papel policial de la Justicia.

Cuando se legisla para que la ciudadanía sea sospechosa y preventivamente culpable, ‘Ley Mordaza’, y las actuaciones de la policía no tengan vigilancia y sean impunes, es porque el poder que se ejerce sobre la población no es democrático sino policial. En esta España todos somos culpables preventivamente mientras no consigamos demostrar que somos inocentes.

Cuando el propio CNI, el servicio de espionaje del estado, reconoce que el imán de Ripoll era un colaborador suyo y cuando el mayor de los Mossos, que mataron o detuvieron a los terroristas que habían asesinado a 15 personas en Barcelona y Cambrills en unos atentados organizados por ese colaborador del Estado, es juzgado un 23-F por las acusaciones que le hace un coronel de la Guardia Civil que se sumó al golpe de estado del 23-F, entonces es que la idea de justicia en España es un sarcasmo. Y cuando ascienden a ese coronel a general, agradeciendo la violencia desatada contra población civil armada únicamente de papeletas de votación, entonces es que sarcasmo se expresa en carcajadas de burla que el estado nos hace.

Estas cosas, como la desaparición de las libertades en España, se hicieron públicas y evidentes por la rebelión cívica de la sociedad catalana pero ya estaban ocurriendo como si fuesen hechos aislados aquí y allí, aplicando la violencia jurídica y policial a personas individuales o colectivos que defienden sus derechos, y siguen y seguirán ocurriendo mientras no haya una ruptura política con el franquismo, mientras no haga crisis este régimen que es el estado franquista reformado, desde la jefatura del estado hasta el último guardia.

La complicidad con el gobierno de los otros dos partidos que aprobaron la suspensión de las garantías democráticas en el territorio catalán a través de una interpretación interesada del artículo 155 de la suspensión, una maniobra apoyada de modo unánime por el poder financiero y todos sus medios de comunicación, el hecho de que la población española no tenga en la práctica derecho a una información y opinión libre y contrastada, solo acaban de confirmar que actualmente el Reino de España no es una democracia.

Y que el Tribunal Constitucional y el Supremo hayan ido interpretando la Constitución vigente y estableciendo jurisprudencia definitiva sobre la limitación de nuestras libertades es la confirmación de que el único camino para que haya libertades en España es la ruptura con este régimen.

No se trata de un gobierno arbitrario y ladrón, que lo es, sino de un Estado que, además de corrupto, se basa en la inmoralidad y en el poder de la fuerza. Y la ciudadanía está sola. Todos estamos bajo vigilancia, a expensas de que en Europa haya una parte de la población que no solamente constate que el franquismo se continúa por otros medios sino que además nos apoye.

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