‘La Atalaya’ lucha para mantener su espacio okupa en Vallecas

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El IES Margerit de Vallecas fue abandonado hace varios años por el IVIMA en uno de los barrios de la periferia de Madrid, Vallecas. Ante el desgaste del espacio, un colectivo juvenil, Yesca, entró en el colegio abandonado dispuesto a llenarlo de vida y crear un centro social autogestionado por la juventud, el CSOJ Atalaya.

Tras casi tres años de actividad, uno de los participantes del espacio, Javier A. A.., se ha enfrentado este martes al juicio contra el espacio okupado y a otra petición de desalojo por parte de la Comunidad de Madrid. La asamblea que gestiona la ‘Atalaya’ ha manifestado que no piensan rendirse ante estos intentos de desalojo y mantienen la defensa del espacio como una alternativa social y cultural para la juventud vallecana.

“El espacio nos presentaba una hoja en blanco para rellenar, el IVIMA también tenía otra hoja en blanco pero que se quedaba así desde hace años, e incluso que se iba estropeando y rompiendo. Esta gente nos presentó esta carta en blanco para que escribiéramos lo que quisiéramos ahí” relata Javier a Público recordando los comienzos de la okupa, cuando el grupo organizó una asamblea en la que llamaron a la juventud vallecana a participar en la gestión del centro. A partir de ahí nacieron los proyectos y los talleres.

Fachada del espacio ‘La Atalaya’

Hay muchas actividades deportivas y cuentan ya con dos gimnasios, uno preparado para los deportes de contacto como boxeo o muay thai, y otro gimnasio con actividades más generales como clases de autodefensa feministas y clases de bailes. Ahora se está haciendo un rocódromo, “lo que evidencia que el tema del deporte en un barrio que hemos sido marginado por la sociedad, con una vida dura, un índice de paro altísimo, una problemática social importante. El deporte sirve para mitigar estos problemas e inculcar valores diferentes: salud, disciplina…” según explica Javier.

Jornada de boxeo en la Atalaya, una de las actividades que se practica en el centro.

Irene F., otra de las participantes de la Atalaya, cuenta a Público su propia experiencia en el espacio. Comenzó en un grupo de monitores de ocio y tiempo libre “con la finalidad de ofrecer una alternativa de ocio a los más pequeños del barrio viendo que los niños cada vez juegan menos en la calle y están metidos en casas con consolas, móviles o tablets, consideramos que una necesidad del barrio era dar esa alternativa y fomentar un ocio sano. Nos comenzamos a organizar y preparábamos actividades para niños como yinkanas, pintacaras, globoflexia…” También ha participado dando clases particulares y dando clases de baile.

Estas son algunas de las actividades que forman el pilar de ocio del espacio junto con el cultural: manualidades con reciclaje, proyectos de arte o taller de serigrafía, hasta otros más ambiciosos como un colectivo musical en el que han preparado su propio local de ensayo con clases de guitarra y bajo o un grupo de teatro, ‘Teatropía’, en el que no seguían guiones ya escritos sino que lo creaban ellos mismos y hacían escenas de la vida cotidiana para servir de altavoz al público de sus propias realidades.

La mayor diferencia de la okupa a otros espacios es ofrecer alternativas basadas en valores sociales basados en lo colectivo, en la igualdad y en un ocio sano. Ejemplo de ello son las normas de convivencia como la prohibición del tráfico y el consumo de drogas “duras» dentro del espacio al entender que es “un ocio del sistema que enriquece y degrada y que se trata de una trampa de la que quieren huir”. También se tiene especial cuidado en no reproducir “actitudes del sistema actual, como es el sistema patriarcal y no se permiten actitudes sexistas». En eventos grandes, tienen su propia organización se seguridad, sanitaria, y de seguridad feminista para las agresiones machistas.

Aunque puede participar gente de todas las edades, el grupo que lo gestiona son jóvenes de Vallekas, para que sea representativo de “un grupo de jóvenes abandonados haciendo que los jóvenes no se conviertan en adultos dóciles, sino que sea constataría y que no se conforme con las migajas que nos ofrecen, que luche por sus propios derechos”. Buscando siempre enfrentar problemáticas e inquietudes: “Pasar de algo que no es posible a algo que ya es una realidad. De cosas tan simples como hacer cemento o construir muros, manejar la electricidad, pintar las paredes, etc. que no todo el mundo sabe hacer, entre todos aprendemos unos a otros y lo hacemos, y damos pasos hacia lo que queremos vivir, una vida feliz muy distanciada de la que nos aboga el sistema”.

Movilización contra el desalojo.

Dicen que este es un paso más del lago camino que están recorriendo por defender el espacio y seguir construyendo actividades y fomentar el empoderamiento de la juventud. La acusación señala que Javier fue quien habría ocupado el espacio por provecho propio, pero explican que el acusado solo fue a recoger una notificación para evitar un desalojo cautelar antes de juicio.

El nombre es Atalaya, no lo tenían pensado antes de entrar. Fue una vez dentro, en la tercera planta cuando vieron a través de un muro derribado por el abandono del espacio las vistas que tiene la okupa juvenil y dijeron: “Desde aquí podemos controlar que Madrid no se acerque más de la cuenta”. En noviembre será el tercer aniversario de la okupa y ahora queda por saber si consiguen resistir más años allí ante los intentos de desalojo.

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