Morir por ser pobre. Tres muertos en Móstoles por inhalación de monóxido de carbono

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Tres muertos en Móstoles por inhalación de monóxido de carbono

 

Lo ocurrido ayer con los tres chavales muertos por inhalación de monóxido de carbono puede relacionarse con la situación de pobreza, de falta de vivienda y del mal estado habitacional de los inmuebles que se ven obligados a okupar para poder vivir bajo techo. Una de las personas que estuvo en el piso la tarde y la noche del domingo, cuando ocurrieron los hechos, apunta a que la caldera era muy vieja, de esas que tienen los quemadores a la vista. Los muchachos cometieron la imprudencia temeraria de tener frío y eso fue lo que les mató. Cuando se tiene trabajo estable y un salario digno, pueden pasarse las revisiones de las instalaciones oportunas y prescriptivas. Se puede incluso renovar la caldera. Cuando no, uno se ve obligado a dejar su vida en manos de una ruleta mortífera y rezar para que no falle el entramado energético. O a cortar la llave de paso del gas —que bien visto, tampoco da una seguridad suficiente— y pasar frío y calamidades. La pobreza energética es la hermana menor de la pobreza a secas, de la pobreza total, que no es otra que la situación en la que se desenvuelven millones (piénsese la cuantía) de personas en nuestro país ante la indiferencia de la Administración.

Una política que asegurase unos mínimos energéticos y una vivienda digna para las personas en un contexto de emergencia social —al menos dos de los fallecidos vivían en otro piso okupado; otros dos, que tuvieron la suerte de salir a tiempo, estaban en la misma situación— habría salvado sus vidas. No habrían muerto tres jóvenes en una noche de domingo. Murieron —y puede sospecharse esto con harta plausibilidad— por ser pobres y porque en esta sociedad las diversas instancias administrativas no dedican dinero suficiente para evitar la miseria. Esto no ha sido un accidente. Esto es el resultado de un incidente inscrito dentro del orden habitual de las cosas: el crimen social al que este Gobierno y este sistema capitalista condena a los desfavorecidos. Algo que puede y debe evitarse. Que estamos éticamente obligados a evitar.

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