Las mujeres no pagaremos su crisis – 2013

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El 8 de Marzo del año pasado escribimos un texto llamado “Las mujeres no pagaremos su crisis” que llamaba la atención sobre la importancia de los servicios públicos para las mujeres, en especial: “Las mujeres, que en términos generales cobramos menos y tenemos mayores índices de precariedad laboral, somos las que mayoritariamente cubrimos los puestos de los servicios sanitarios, educativos y sociales. La socialización de género y los saberes incorporados en nuestra  educación hacen que muchas de nosotras elijamos estudios y profesiones ligadas al cuidado de los demás. Por otra parte, el empleo público nos ha permitido conciliar de manera más sencilla, a través de la reducción de jornada y las jornadas parciales, así como acceder a la baja de maternidad y excedencias para el cuidado de los hijos. Un empleo estable permite autonomía económica, lo que resulta fundamental a la hora de atreverse a una separación o un divorcio. La externalización de los servicios y la precarización del empleo consiguiente nos aboca a  trabajos mal pagados, sin derechos e inestables. Toda precarización del empleo, como la animada por la reforma laboral, fragiliza nuestra autonomía y hace imposible la conciliación”.

Lamentablemente cada una de estas palabras sigue teniendo plena validez hoy.  Lejos de pararse, el ataque sobre nuestros cuerpos y nuestros derechos no solo no se ha detenido, sino que se ha acelerado. Las políticas neoliberales desarrolladas por el PP bajo mandato de la troika y “los mercados” agreden de forma muy precisa las bases que sostienen la capacidad de reproducción de la vida en condiciones dignas provocando en las mujeres las peores consecuencias.

 

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1) El fin de la sanidad universal, con la excusa del ahorro presupuestario para pagar la deuda y reponder a las presiones financieras, ha hecho que miles de mujeres migrantes “sin papeles” queden fuera del sistema sanitario. No existirá hermandad entre mujeres ni feminismo digno de tal nombre mientras no superemos las diferencias de clase y procedencia y luchemos juntas por los derechos de todas. Si la lucha feminista es una lucha por la igualdad de derechos que no solo reconoce la subordinación común de las mujeres sino también las diferentes situaciones que vivimos por razones de clase, procedencia, edad y sexualidad, solo situando en el centro las reivindicaciones “parciales” de cada una de nosotras, haciendo nuestras las reivindicaciones de las demás, estableciendo puentes y lugares comunes, podremos trabajar conjuntamente en busca de victorias para todas.
2) La parálisis de la aplicación de la Ley de Dependencia, otra vez por presiones presupuestarias y financieras, vuelve a colocar las enormes tareas de cuidado de ancianos y enfermos en las manos (y las cabezas y los cuerpos) de las mujeres sin contraprestación ninguna. A esta jornada suele añadirse la laboral, ya que en muchos hogares el ingreso de las mujeres (en empleos parciales de servicios, los pocos que ofrece hoy el mercado) es el único con el que se cuenta. Si sumamos además la crisis que el desempleo provoca en los hombres, por contravenir su rol como provisionadores de la unidad doméstica, volvemos a encontrarnos con una invivible sobrecarga de trabajo físico y afectivo, invisible e infravalorado. El mantenimiento de los hogares gracias a las redes familiares es la causa sociológica más repetida para argumentar la extrañeza que supone que en un país con 6 millones de personas desempleadas no se produzca un estallido social. Estas mismas redes familires, sostenidas mayoritarimante por mujeres, están sometidas a unas enormes tensiones propias de una coyuntura sociecónómica que destruye simultanemente el mercado de trabajo, fuente de renta salarial, y las políticas redistributivas del estado; si a esto le añadimos un significativo aumento de la carestía de la vida, nos encontramos ante un panorama propicio para que se trate de forzar la vuelta de las mujeres a unos roles marcadamente sumisos y subordinados a las necesidades de los hogares.
3) Las amenazas de reforma de la Ley del Aborto vuelven a poner en primer plano la debilidad de los derechos adquiridos por las mujeres. Sigue habiendo hombres y corrientes ideológicas que se creen con legitimidad para decidir sobre el cuerpo de las mujeres; abolir el derecho al aborto es, además, una manera “barata” (sin aparente gasto económico) de contentar a los sectores ultras de los votantes del PP. Es tremendamente cansino tener que salir a la calle periódicamente por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestra prole, pero está claro que sin respuesta, retrocederemos en nuestras conquistas históricas.
4) “Nuevos viejos discursos” han aparecido en el frente cultural, vinculando precariedad existencial y violencia de género en términos perversos. Las declaraciones de Toni Cantó sobre suspuestas falsas denuncias para conseguir recursos o papeles (en el caso de  mujeres migrantes) son más graves si tenemos en cuenta dos cuestiones; 1) Cantó es miembro de la Comisión de Igualdad del Congreso, y 2) en dicha comisión se está atendiendo a organizaciones como la “Federación de Afectados por las Leyes de Género”. Se ha dado una respuesta rotunda a sus afirmaciones, pero el episodio nos recuerda el poco control que tenemos sobre quienes desarrollan supuestas políticas de igualdad.
Algo similar ha sucedido en debate culturales de otro tipo, como el abierto por el periódico Diagonal en torno al machismo en la música “independiente” en el que se ha demostrado que la igualdad está conseguida en tanto en cuanto nadie hable sobre ella o la ponga en cuestión.
5) El bloqueo institucional del sistema de partidos, que no obedece las demandas mayoritarias de la población, en torno al mantenimiento de los servicios públicos, la ILP de vivienda, la transformación del sistema democrático, etc., es una muestra de los deficit de nuestro sistema político, una “democracia de baja intensidad” que solo nos requiere un voto entre opciones cerradas y cuatro años de silencio. La lucha por una democracia real, por un proceso constituyente, es hoy una prioridad para la transformación estructural de la situación de las mujeres. Que esta democratización incluya las diversas perspectivas de las mujeres es una necesidad obvia si queremos apostar conjuntamente por un proceso de amplia transformación de las reglas actuales.
La presencia de mujeres en la Marea Verde, en la Marea Blanca, en la PAH y en los miles de grupos de trabajo que construyen pequeñas alternativas desde abajo es, si no mayoritaria, absolutamente masiva. Hoy como hace un año, seguimos diciendo “Las mujeres no pagaremos su crisis”.

08/03/2013

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