Crónica de un día de encierro en el 12 de Octubre

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-Oye, que para el turno de tarde del encierro en el hospital hay poca gente apuntada.
-Pues vamos.

Así empieza. Había acudido a asambleas, manifestaciones y actos de protesta de todo tipo, pero nunca me había parado a pensar en qué podía hacer para contribuir a la campaña de encierros en hospitales y centros de salud en protesta por la privatización de la sanidad, una de las pocas de las que se hacen eco los medios de comunicación. Nos apuntamos al turno de tarde, de 19:30 a 23:30.

Llegamos con antelación, para que los compañeros que están haciendo el turno anterior puedan marcharse si están cansados y comentar cómo va el tema. Comienza el turno, seremos una media docena de personas. Hay una serie de mesas instaladas para recoger firmas en defensa de la sanidad pública. Nos vamos rotando. Algunos están de pie, animando a la gente a que firme, otros están en las mesas atendiendo a quienes se acercan. La gente sueleresponder bastante bien, unos firman, otros no, pero nunca de malos modos. No como en la calle, nos cuenta un compañero. Nos dice que el día anterior, pidiendo firmas en la salida del metro le llamaron de todo menos bonito. No podrían haberse limitado a mentir con un “ya he firmado” como todo el mundo…

Las primeras horas transcurren entre un ir y venir de pacientes, familiares y trabajadores. La gente sigue viniendo a firmar, llaman a sus parejas, preguntan a sus hijos y se aseguran de que nadie de su grupo se olvide. Es el último día de recogida de firmas, al día siguiente se llevarán a entregar junto con las recogidas en el centro de hospitales y centros de salud. Se produce un fenómeno curioso. Además de la gente que viene a firmar, llega mucha gente a entregar las que ha recogido por su cuenta. Se trata de firmas recogidas en centros de atención primaria, usuarios que han decidido implicarse y se han llevado hojas de firmas a su trabajo, su comunidad de vecinos, su entorno en definitiva; y las traen rellenas para que las juntemos con el resto. Resulta particularmente emotivo un señor mayor que trae las que ha recogido en su comercio, un puñado de hojas repletas de firmas con sus correspondientes DNI al lado.

Un rato después, tenemos un pequeño debate con un señor que insiste en la teórica mejor gestión de los recursos en la privada. Se cruzan argumentos, se explican conceptos, se dialoga en suma (muy civilizadamente, hay que decirlo) acerca de la necesidad de que la sanidad pública sea deficitaria y no se gestione como una empresa que persigue el beneficio económico. La discusión queda zanjada cuando la esposa del señor le dice “anda, déjales en paz, pesao, y firma de una vez”.

A partir de las nueve va reduciéndose mucho el tránsito por el hall del hospital. Los pacientes van regresando a sus casas, y poco a poco nos vamos quedando solos. Es el momento de aprovechar para contar firmas y ordenarlo todo un poco. Cuando las juntamos con las anteriores y vemos que hemos superado las 75000 la satisfacción es generalizada, algo de esperanza entre tanta rabia contenida. Para cuando terminamos ya estamos solos y queda poco del turno por cumplir. Los compañeros que van a hacer el turno de noche van llegando y nosotros nos preparamos para volver a casa, agotados pero contentos de haber podido echar una mano.

Al final, resulta que basta con tomar una decisión y llevarla a cabo.

5/12/2012

Carlos Pérez

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