La Mayoría Silenciosa: un arma de doble filo para el Gobierno español.

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La Mayoría Silenciosa: un arma de doble filo para el Gobierno español.

El presidente del Gobierno español Mariano Rajoy citaba a la mayoría silenciosa como arma de contención desesperada ante las movilizaciones sociales que cuestionan, no ya una coyuntura económica de recortes sociales, sino el conjunto del sistema político y económico en el Estado Español, que lleva meses materializándose en las calles con diversas movilizaciones y protestas desde diferentes sectores de la sociedad. Mayoría silenciosa, dos palabras que se están repitiendo en los últimos días y que seguro volveremos a escuchar.

Mariano Rajoy se encontraba en Nueva York el 25 de septiembre de 2012, un día de diario, cuando en las calles de Madrid se producían acontecimientos que formarán parte ya de nuestra Historia por su significado político. El centro de esta gran ciudad castellana era abordado pacíficamente por decenas de miles de personas que se manifestaban, nada más y nada menos que por la dimisión del gobierno, la disolución de las Cortes y de la Jefatura del Estado y la apertura de un proceso de transición hacia un nuevo modelo de organización política, social y económica. La respuesta del gobierno, tras el fracaso de una campaña mediática de criminalización y miedo primero y de represión preventiva y burdas mentiras después, fue la militarización de la capital del Estado con más de mil de policías armados y encapuchados golpeando a los ciudadanos que se manifestaban por las calles. La prensa española, al menos algunos sectores, trataban de minimizar el resultado de la convocatoria y criminalizar a sus participantes, en un acto periodístico que rozaba el ridículo y que además era infructuoso. Los ojos del mundo pudieron observar los acontecimientos minuto a minuto, la prensa internacional dio cuenta de ello, solo había que tener intención de verlo. Mientras estos sucesos tenían lugar en Madrid el presidente trataba de vender al mundo la “Marca España” y es que en eso, al parecer, se ha convertido España, en una marca de venta y a lo más en un equipo de futbol, lo cual nos saca a muchos de dudas.

Fue en Nueva York donde al día siguiente del 25-S Mariano Rajoy señalaba su reconocimiento a la mayoría de españoles que no se manifiestan, que no salen en las portadas de la prensa y que no abren los telediarios. No se les ven, pero están ahí. Y efectivamente ahí están, no se movilizan, pero están ahí. Otra cosa bien diferente es hacerles partícipes de la línea política y estratégica del sistema por el mero hecho de que no se movilicen en su contra. Es toda una osadía. No tengo claro si es la ausencia de recursos, una esperanza sincera o el conocimiento objetivo por parte de las instituciones españolas. O simplemente se trata un sesgado y arriesgado paralelismo histórico con otras mayorías silenciosas que sí tuvieron su papel en otras coyunturas de la reciente historia europea. Concretamente el que lograron en Francia, en la primavera parisina del año 1968, después de semanas de contundentes movilizaciones estudiantiles, con el Quartier Latin como epicentro, respondidas con no menos dureza pero si más medios y menos riesgos por parte de las fuerzas policiales. En ese contexto, el día 30 de mayo tuvo lugar una multitudinaria manifestación en los Campos Elíseos cuyos participantes se autoproclamaron como mayoríay donde expresaban el hartazgo de los silenciosos, que se oponían a los proceso de profundos cambios políticos propuestos en la lucha de los estudiantes franceses. Esa manifestación de final de mayo salvó a De Gaulle, aunque no por mucho tiempo, y contribuyó al final del Mayo del 68 en Paris, si bien sus causas fueron bien distintas.

Pues bien, el que pretenda hacer paralelismos entre ese momento histórico con el dramático presente que vive el Estado Español, o bien está muy desesperado o tiene una confianza ciega en el uso a perpetuidad del miedo como instrumento de desmovilización. La situación social y económica de los franceses y de buena parte de la Europa Occidental a finales de los años 60, en el apogeo del proceso de desarrollo económico y regional impulsado desde los poderes públicos a partir del final de la Segunda Guerra Mundial y que llegaría hasta la Crisis del Petróleo a mediados de los años 70, no tenía nada que ver con la actual coyuntura de crisis estructural y miseria por la que deambula el Estado Español. La mayoría silenciosa parisina disfrutaba de unas garantías sociales básicas propias de un Estado del Bienestar en proceso de consolidación y asimilación por parte de los propios Estados, de unas cuotas de empleo derivadas de la implantación y desarrollo de modelos de economía productiva y de ciertas garantías laborales, entre otras cuestiones. Era una mayoría silenciosa que realmente no observaba ni sentía en sus carnes la necesidad de un cambio de modelo político y económico.

En el Estado Español cabría preguntarse cuál es la situación de esa abrumadora mayoría silenciosa que se atribuye como propia el señor Rajoy, porque podríamos llevarnos sorpresas y arrepentirnos finalmente de que rompa su silencio. Y es que hay que ser cauto a la hora de manejar los números, porque igual que se pueden utilizar para minimizar la participación en movilizaciones masivas diciendo, por ejemplo, que ha habido más gente que no acudió a la convocatoria respecto a la que sí participó, también se puede usar esa tergiversación para deslegitimar un mandato democrático bajo el paraguas de que la mayoría de los habitantes de un país no le han dado su voto al presidente de gobierno.

Claro que existen unos silenciosos de su lado, que gozan de unos privilegios y un confort que es producto, en demasiados casos, no del mérito o el esfuerzo sino de una condición de clase, alta por supuesto, que viene de familia o bien que ha sido adquirida en el trapicheo chabacano que ha sido la política en las últimas décadas, donde el más espabilado por no decir el más sinvergüenza lograba prosperar, enriquecerse y recibir palmadas, envidias y alabanzas. Todo ello sin ofrecer producto alguno, material o social, a ese país indivisible que dicen defender, construyendo un monumento a la especulación en su grado más elevado. Éstos silenciosos, que ya hicieron el suficiente ruido hace décadas para lograr su posición, puede que sean a los que se refiere Rajoy, y a su lado seguirán, de momento, pero desde luego no suponen una mayoría. Son minúsculos en lo cuantitativo. Y además no creo que tengan especial interés en hacerse visibles en este momento, porque solo les mueve el mantenimiento de sus privilegios.

Sin embargo, la mayoría silenciosa en el Estado Español está compuesta por parados y paradas de toda condición, origen y edad, parados que se están constituyendo casi en otra clases social más, diferenciada del resto, parados estructurales que se trata de convertir, además, en culpables de su situación; también la forman las gentes sin ingresos, la pobreza más pura en su concepto más académico; igualmente son parte primordial de esa mayoría silenciosa la heterogénea clase trabajadora, un amplio abanico desde el funcionariado más erudito hasta el empleado que requiere menor cualificación, trabajadores y trabajadoras todos, en muchos casos ya al límite tanto físico como económico y sobre los que se ha cargado la responsabilidad del sacrificio de sus salarios y condiciones de trabajo para solucionar los agujeros que otros cavaron sin tan siquiera agacharse; estamos hablando también de familias sin ingresos, de personas dependientes sin ayuda y de los jubilados y pensionistas que tras toda una vida dedicada al trabajo tienen volver a hacerse cargo de sus hijos e hijas por lo que tantos esfuerzos llevan realizados, que tienen que volver a dar el sustento básico a esa generación que era, y es, la que mejor preparada estaba de nuestra historia y que ya no tiene sitio aquí, que no encaja, que sí está pero que no se la espera. Esa es la mayoría silenciosa y está por ver qué dirección toma cuando rompa su silencio.

 

Pablo Arroyo

 

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