Doble dosis de fuerza en La Robla

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Fue su día. Los mineros de La hullera Vasco-Leonesa abrían ayer la columna que partió a primera hora de La Magdalena con destino a La Robla, donde, a la entrada de la villa, se le sumó el contingente asturiano, procedente de Ciñera de Gordón. Fundidas en una sola en La Robla, ambas filas continuaron comandadas por Moisés AlonsoRafael Sánchez, como durante todo el trayecto, y seguidos por sus compañeros en la empresa. Llegaban a su cuenca y ocuparon los puesto de honor para recibir el agasajo de sus paisanos.

La emoción se vio enturbiada en parte por la explosión de un petardo junto a agentes de la Guardia Civil que velaban por la seguridad del acto. Uno de los guardias recriminó al responsable de la acción, produciéndose unos instantes de tensión, aunque el incidente no fue a más.

En el corto trayecto entre la N-630, punto de fusión de las columnas, y el Ayuntamiento roblano, los caminantes, en fila de a dos, parecieron cobrar nuevas fuerzas. La distancia cubierta no enerva su ánimo. El recibimiento de los roblanos fue «espectacular. La gente de La Robla siempre se ha portado muy bien con nosotros», manifestaba Miguel Ángel Pérez Cipriano, que, eufórico, añadió: «Nosotros nunca nos cansamos. Busca en el diccionario la palabra minero».

Los fotógrafos hacen de Eugenio VillánSimón SevillaVallesJuan Jesús ColmeneroJohnatan González, que sostienen las banderas de Asturias y León unidas, sus objetivos. Como en la salida de La Magdalena todos entonan «aquí están, estos son los que sacan el carbón» y «si esto no se arregla: guerra, guerra, guerra». Ignacio Miró, de La Robla, coge en brazos, orgulloso, a Marina, su hija, de dos años, una pequeña con unos ojos azules preciosos. Los amigos y familiares se saludan, las mujeres abrazan a sus esposos y alguna llora y hasta las campanas de la iglesia repican… Y el actor y activista Willy Toledo hace suya la reivindicación del sector con su presencia en la meta.

Frente al Ayuntamiento, y tras recibir el saludo del alcalde, Ángel Suárez, otros miembros del equipo de gobierno roblano y de que la concejala de cultura, Sara Alonso, leyera la poesía de un trabajador, los mineros se sentaron para continuar sus proclamas y cánticos.

A las seis de la tarde llegó a La Robla la representación palentina en la marcha negra, con cinco mineros del pozo Las Cuevas y otro más de San Isidro y María. Los nuevos romeros del tajo llegaron acompañados por dos autobuses de la comarca de Guardo, que animaron a los miembros de la protesta, instalados ya en el polideportivo municipal.

Sin olla en León

En las escuelas espera la ducha y la comida para el grupo de la marcha a Madrid que ayer casi se dobló (los más de 70 leoneses y los 80 de asturianos). La tarde queda para el descanso y reponer fuerzas y el pueblo invitó a paella para cenar (Ayuntamiento, pedanía y mujeres de os mineros se unieron a la hora de preparar los alimentos). Hoy, en León, no ni habrá mesa ni mantel en la que apoyar la cazuela y el plato. El Ayuntamiento de León, que da cobijo para la noche, apela a la crisis en un gesto que los mineros tachan de insolidario.

Atrás queda el asfalto. La etapa ha sido corta y antes de llegar ha habido que esperar cerca La Robla a la columna de Asturias para coincidir en el cruce entre las carreteras de La Magdalena y de Pajares. Uno de los protagonistas de la caminata fue Piquete. Un perro que partió de La Magdalena con la columna leonesa y no la abandonó hasta concluir el trayecto. Rápidamente se encontró un nombre para la mascota, de aspecto cuidado, a la que se intentó aliviar el calor de la jornada tratando de darle de beber con la mano. El perro sació su sed en una fuente, cuando una periodista le aupó hasta el pilón. Al final de la mañana, la columna coreaba a Piquete, que terminó en brazos de una señora en La Robla.

Los leoneses recorrieron los 15 kilómetros de la etapa a buen ritmo. Según los velocímetros de las bicicletas de varios jubilados de la Vasco que les acompañaron la velocidad osciló entre los 5 y los 5,5 kilómetros por hora tanto en llano como en subida o cuesta abajo. «Es el ritmo que marcan los coordinadores de la marcha.

Pedro Leite, de Bembibre, usa kufia —el pañuelo palestino— bajo el casco. Le protege del sol. Con 37 años y padre de dos hijos ya ha peleado por su empleo como unos de los 14 protagonistas de un encierro de 26 días en el pozo Casares, en Tremor de Arriba. A su edad y «con 19 años de mina, ¿adónde voy, colega?». Sus expectativas laborales pasan por continuar en el tajo. En un cartel que cuelga con su mochila se lee «No somos terroristas» y asegura que a éstos «les cuidan mejor que a nosotros».

En casi todos los cascos, que añaden calor al camino, se han escrito reivindicaciones y palabras de cariño a la familia, a la novia y «Te quiero, Valeria» se pasea por la provincia camino de Madrid, mientras los turismos y camiones que se cruzan con el grupo animan su paso con el claxon y palabras de apoyo. Los mineros saben que pasado León comienzan las etapas más duras y no lo esconden. Aquellas en las que el paso por los pueblos, aunque se trate de pequeñas localidades, no va a servir de bálsamo a los doloridos pies ni va a inflamar el orgullo de quienes se ganan la vida en el tajo.

Los prejubilados José Manuel LópezNicolás CarbayoJulián Fidalgo, de Tremor de Arriba, han decidido acompañar a la columna en sus etapas leonesas. Son pocos y hay que acompañarlos. Es el mismo caso de la única mujer que camina con ellos, Isabel Saavedra, de Matarrosa del Sil. «Hubiera sido minera si me hubiesen dejado», asevera. Asume su papel de hija y hermana de mineros sin renunciar a la parte reivindicativa.

Los hay dispuestos a caminar hasta Bruselas si hiciera falta, aunque están convencidos de que el Apóstol Santiago estaría más receptivo a sus peticiones que el ministro de industria, José Manuel Soria —del que se acuerdan con más frecuencia de la que él quisiera—, si la ruta fuera jacobea. Alguno bromea y señala la playa como final de su romería. Para alivio de las piernas se pisa la tierra de los arcenes cuando es posible.

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